Mi nombre es Carlos Remacha, tengo setenta y dos años y estoy jubilado. Sabía que las actuales pensiones no permiten mantener el nivel de vida anterior, por eso reuní algunos ahorros para poder completar la mía y vivir con mi mujer, Aurora, con cierta dignidad. Pero no contaba con los gastos extra en la jubilación.
«La enfermedad de mi esposa»
Llevamos más de media juntos. Compartimos un piso céntrico, no excesivamente grande pero muy bien situado en una calle estratégica de Zaragoza. Nos iba razonablemente bien, según lo previsto, incluso nos hacíamos algún viajecito con el IMSERSO. Por desgracia, mi esposa enfermó e inició un proceso degenerativo que exige atenciones constantes y personalizadas.
Pronto me resultó imposible hacerlo todo solo, necesitaba ayuda profesional. Me recomendaron elegir una buena residencia donde la cuidaran como se merece. Pero no había plazas disponibles en las públicas y las privadas me resultaban prohibitivas en mi situación económica.
Como, además, prefería seguir teniéndola conmigo, pensé en contratar una enfermera domiciliaria que me ayudara a atenderla. Lamentablemente, no me llegaba el dinero. Teníamos un problema muy serio. Después de toda la vida trabajando, soñando con una jubilación tranquila, no teníamos recursos para salir a delante. Nunca fuimos padres y carecemos de familiares que pudieran ayudarnos.
Estaba desesperado. Pregunté en el banco de siempre, y en otras entidades; solo recibí buenas palabras, pero ninguna alternativa válida. Me hablaron de la hipoteca inversa; sin embargo, el valor de mercado de nuestro piso no alcanzaba por muy poco el mínimo establecido. Empecé a considerar la posibilidad de venderlo, pero ¿qué sería de mí en el futuro? Me daba todo igual, ya me las arreglaría: aunque tuviera que acabar viviendo debajo de un puente, lo principal era mi esposa. Tenían que atenderla.
Una solución inesperada para afrontar estos gastos extra en la jubilación
Un día, mientras escuchaba mi emisora de radio favorita, me encontré con una entrevista que me cambió la vida. Uno de los responsables de la empresa Sixty Senior hacía referencia a problemas de pensionistas muy parecidos a los míos. ¡No daba crédito a lo que oía! Ofrecía soluciones de financiación para jubilados, era como si me hubiera leído el pensamiento.
Enseguida me puse en contacto con ellos y me recibieron en sus oficinas, al lado de la plaza de España. Me sentí arropado, comprendido; sabían perfectamente de lo que les hablaba y me aseguraron que podían ayudarme. Estudiaron a fondo nuestro caso… ¡y nos plantearon dos opciones! Vender la nuda propiedad de nuestro piso y venderlo con un alquiler garantizado.
Me lo explicaron todo claramente. Comprobé sus números, hice los míos… ¡y, eureka, me encajaba! Estos economistas y agentes de la propiedad inmobiliaria me habían resuelto el problemón que me quitaba el sueño.
Ahora seguimos habitando en nuestra vivienda de siempre, mi señora está perfectamente atendida y podemos pagar todos los gastos extra en la jubilación. ¡He visto la luz al final del túnel! Muchas gracias, Sixty Senior. En ni nombre y en el de mi querida Aurora.